Canto por Europa

27/Jul/2011

La Vanguardia, Pilar Rahola

Canto por Europa

OPINIÓN Quizás Europa no sobrevivió a sus heridas y empezó a morir en los gulags y en los Auschwitz
Artículos | 27/07/2011
PILAR RAHOLA
Zeus la encontró tan hermosa que se transformó en un toro blanco para poder seducirla y, bajo un plátano de Creta, la hizo suya. Fue así como la bella Europa se convirtió en la reina de la gran isla del Egeo y, loada por Ovidio y Herodoto, dejó para la posteridad uno de los mitos más intensos de la antigua Grecia. También donó su nombre mítico a un continente que, con los siglos, se convertiría en una tierra convulsa e intensa, tan herida por sus horrores, como enaltecida por sus ideales. Europa es un continente trágico y épico a la vez, capaz de viajar por los siglos balanceándose entre el cielo y el infierno.
En su seno nacieron los peores monstruos de la humanidad, que llenaron de muerte los rincones de la historia. Pero también fue en el viejo continente donde surgieron los grandes pensadores, los idealistas, todos aquellos que culminaron en un mundo de libertades y derechos.
Alguien dijo que el siglo XX debía tirarse a la basura, y ciertamente la idea de borrar del mapa a Stalin, a Mussolini, a Hitler, al colonialismo, al antisemitismo, a Pío XII y a tantos otros que habitaron en la cara oscura de la humanidad es un bello sueño. Pero ese mismo y turbulento siglo había dotado al mundo de las grandes ideas libertadoras, y fue entonces cuando se consolidó un modelo de sociedad que otorgaba derechos a los niños, a las mujeres, a los trabajadores, y por el camino de la sensibilidad social, instauraba un sistema político que garantizaba la educación, la sanidad y la jubilación de sus gentes. Sin embargo, todas esas conquistas sociales que salvaron a Europa de sí misma, ¿tienen garantizado el futuro? Más aún, ¿son el motor sólido del presente? Visto lo visto en los últimos tiempos, el ideal europeo parece más agónico que nunca, atacado tanto por sus flancos interiores, como por sus retos exteriores. Quizás Europa no sobrevivió a sus propias heridas y empezó a morir en los gulags y en los Auschwitz. Quizás sólo vivimos el sueño de un continente que se resiste a no tener papel en un planeta que ya no gira por su eje. Lo cierto es que el siglo XXI ha virado hacia el Pacífico y, lejos de copiar el modelo europeo, vuelve a las andadas de unas sociedades sin clases medias, ni derechos básicos, y cuya riqueza se sustenta en la competitividad más salvaje. Ricos y pobres, y por el camino del medio un hondo desierto de insensibilidades. Al fin y al cabo, y con sus errores acumulados, Europa se forjó con el código romano y los ideales de Spinoza y Decartes, y en el gran magma del enciclopedismo, sentó las bases de la modernidad. Pero todo eso es historia y quizás, pronto, será leyenda. ¿Es por esa herida, por donde llora la criatura? Puede, puede que seamos tan modernos que empezamos a ser muy antiguos. Para acabar, una frase de Baruj de Spinoza: “El verdadero y único fin del Estado debe ser necesariamente el de la libertad…”.